lunes, 1 de junio de 2009

LA NOCHE


Eran las 10pm casi apunto del cambio de turno en la morgue algo inminente sucedió, cuando me acercaba al interruptor para apagar la luz una voz me dijo

– doctor.

Al oir la voz un escalofrío me recorrió toda la columna y sentí como los vellos de los brazos se me erizaban, aun así no hice caso a mi miedo, llevaba 10 años trabajando aquí, a veces por la noches cuando estaba haciendo guardia solo en aquella fría habitación me preguntaba: << ¿cuando será el día que uno de estos cabrones me hable?>> pues ese día esperado llegó, mis pensamientos fueron exaltados por la misma voz agonizante diciendo:

– doctor, doctor necesito que me ayude.

Me volteé con toda naturalidad me acerqué a la plancha en la que se encontraba aquel hombre y le dije:

– dirá usted que se le ofrece.

A lo que el cadáver respondió:

– tengo un problema ¿cree que podría ayudarme?

Me acerqué una silla y la coloqué junto a la plancha en la que se encontraba mi peculiar paciente, saqué un cigarro, lo encendí y dije:

– bueno empieza a vomitar lo que te pasa.

Aquella escena nada le pedía a algún consultorio de psiquiatría de la avenida Reforma, de esos que cobran mucha plata por oír y al final no dan respuestas, mi paciente miraba fijamente a la lámpara halógena que se encontraba colgada del techo encima de esa plancha, cuando sin preámbulos comenzó a decir:


“la noche vino y no se fue, no me he podido levantar, no me ha dejado despertar y no me puedo ni mover, y en esta oscuridad tan densa que me trastorna el pensamiento, que me arranca y me confunde con su aroma y mis recuerdos , que no me deja verla, que me quema muy adentro, que no me deja verla por que de amor ya he muerto, y ahora que he muerto le puedo decir “doc” que no es tan grande el cielo, es más mi amor por ella, que el perfume de las rosas no se huele por aquí, pero extraño más su aroma, la extraño más a ella”.


Al acabar de decir esto sus ojos se cerraron, me levanté e hice a un lado la silla, casi automáticamente lo cubrí con una sábana, encendí otro cigarro caminé hacia una pila de papeles y busqué hasta encontrar el certificado de aquel hombre, como lo pensaba, había muerto de sobredosis por digital, hecho esto salí de allí, el olor a formol empezaba a marearme o talvez era el extraño y escalofriante suceso que había ocurrido.

1 comentario:

  1. Este es mi cuento favorito de los que he leído tuyos.
    Me encantó sobre todo lo que dice el muerto.
    Muy muy muy bueno.
    Además es original.
    Sigo por acá, leyendote, ya sabes.

    Nymphadora

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