miércoles, 3 de junio de 2009

Trato Peligroso / 1. Amistades Peligrosas


“A los hechiceros nos los dejarán con vida”

Éxodo 22,18


Cuando terminé la carrera de medicina, sentía que me podía comer al mundo de un solo bocado pero después de un tiempo me di cuenta que las cosas no eran tan fáciles como uno cree, mi sueño era estudiar cirugía pero para ingresar en la Real Sociedad de Cirujanos se necesitaba de al menos una recomendación y que tuviera el suficiente peso como para hacerme acreedor de una plaza dentro de ella.

En aquellos tiempos mi país sostenía una guerra con algún país de Medio Oriente por lo que me enrolé en el ejército como médico, no pasó mucho tiempo para que me trasladaran a aquel infierno, ser médico en el campo de batalla me enseñó la “medicina real”, un año en aquel desierto despertando todos los días con arena entre los dientes y, eso cuando realmente dormíamos. Al final fui remitido a casa, antes de presentar mi renuncia me entrevisté con el General de Brigada Ernesto Cárdenas Guevara, me recibió gracias a que había ganado popularidad en el campo de batalla después de haberle salvado la vida a su hermano, le pedí que me recomendara para la Real Sociedad de Cirujanos, no dudó ni un segundo, hizo la carta y la mandó, fue así como todo empezó.

Mi estadía en Medio Oriente me ayudó a poner en práctica maniobras quirúrgicas que en otro lugar hubieran visto como bárbaras y crueles, por lo tanto mi desempeño en la Real Sociedad de Cirujanos fue pulcro a veces mis propios maestro se acercaban en secreto a mi para que les enseñara técnicas nuevas, que para mi mas bien eran ases sacados de mi manga.

Ya en el último año conocí a Steve Evans un estudiante de intercambio proveniente de Inglaterra, me hice amigo de él, cada semana nos reuníamos con otros dos compañeros para hacer lo que Steve llamaba “velada de caballeros”, en realidad era jugar póquer o dominó y beber coñac. Su departamento era común, bueno eso pensaba yo hasta que un día cuando solo quedábamos él y yo, me llevó al estudio ¡vaya! parecía una tienda esotérica de gran calibre, me mostró todo su arsenal para hechizos, me contó que su familia era de origen celta y aún conservaban ciertas tradiciones.

Ese mismo día me enseñó un hechizo que jamás olvidaría, era una especie de invocación, se dibujaba con sangre de carnero un círculo y alrededor se escribían palabras que pensé era árabe pero me corrigió diciéndome que era arameo, según dijo sólo se debía utilizar en ocasiones que realmente valieran la pena, un alma como pago, me mencionó el nombre de un demonio llamado Nergal el cual siempre que se invocaba acudía al llamado, era muy goloso y le apetecían las almas humanas.

El círculo se quedó grabado a fuego en mi mente pero pensé que jamás lo utilizaría hasta aquella noche, me encontraba enfrente del lavamanos haciéndome el lavado de rutina para entrar a operar, mis manos temblaban salpicando mi uniforme de quirófano con un fino rocío, del otro lado de la puerta estaba mi hermana, mi intención no era operarla pero ninguno de mis amigos de confianza se encontraba en el país y los cirujanos de ese hospital me parecían unos ineptos, de cada diez enfermos con apendicitis sólo dos sobrevivían en sus manos, pero no podía controlar mi nerviosismo que era semejante al de un novato que va a entrar su primera cirugía, si hubiera entrado a operarla con el temblor en mis manos hubiera hecho picadillo a mi hermana, así que tome un poco de isodine y con mi dedo dibuje el circulo que me enseño Steve 5 años atrás, lo terminé y dije:

– “Nergal venit e esti posut inferno”.

Tras esto, del círculo apareció una figura horrorosa vociferando blasfemias, su forma era semejante a las gárgolas de Notre Dame. Después él dijo:

– “¿Quien ha osado en llamar a Nergal y lo ha hecho con tan burdo hechizo?, ¡maldito mortal!” –

Respondí:

– “Nergal yo te he traído hasta este lugar para ofrecerte algo”.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro y dijo:

– “Bien humano, oigo tu propuesta”.

El olor a azufre casi me hace vomitar y le dije:

– “Tengo que operar a mi hermana pero no puedo, me siento como un novato, mis manos tiemblan y no consiguen sosiego, si me das la habilidad del mejor cirujano que ha existido y existirá en la faz de la tierra te daré a cambio mi alma”.

Nergal se quedó cavilando la propuesta que estaba ante él y dijo:

– “Mortal, has estado en la guerra, tu alma ya esta condenada a mi infierno pero hay algo que me divierte más y es la desgracia ajena, por lo que sé el amor siempre ha sido un fantasma para ti, te daré lo que deseas pero a cambio ninguna relación basada en el amor que siembres cosechará frutos. Estaba tan desesperado que acepté y aquel demonio dijo:

– “Te concedo ser el mejor cirujano que existe y existirá pero a cambio tus amores no echarán raíz y lo que Nergal hizo que nadie lo deshaga”.

Hecho esto dio un golpe al suelo con su talón izquierdo y sentí cómo mis entrañas hervían, un torrente de calor inundó mis venas y arterias, era un SIDA psíquico, después de eso sentí la seguridad en mi cuerpo y con una sonrisa me dirigí al quirófano, Judith, mi enfermera instrumentista dijo:

– Doctor se ve realmente renovado, parece como si hubiera hecho esto un millón de veces – me limité a mirarla y decir – “bueno, qué te puedo decir, me siento como el mejor cirujano en la tierra”.

La cirugía transcurrió tranquilamente y para ser un transplante de corazón era bastante raro que no se presentaran complicaciones en la operación, pero mi as bajo la manga había funcionado de maravilla.

A las dos semanas conocí a Penélope, una bella enfermera que recién había salido del Colegio Nacional de Enfermería, comencé a salir con ella, con cada palabra que oía de ella más me hipnotizaba, su aroma era una fragancia cítrica que me recordaba los naranjales de sur de Francia, sabía que no quería pasar otro segundo sin ella.

Pero al poco tiempo el destino me hizo recordar el trato que había hecho, era una mañana, salía del hospital después de una cirugía que había durado siete horas, me sentía como un zombie en medio de las pacientes que esperaban pasar a consulta, en eso, mis sentido se vieron alterados por una ráfagas de sensaciones producidas por una camilla que entro rápido. Sentí cómo si mi corazón explotara en pedazos, la mujer en la camilla era Penélope, me acerqué a un paramédico que venía corriendo detrás, le dije: – “Soy el jefe de cirugía ¿que ha pasado?”

El joven respirando grandes bocanadas de oxigeno me respondió:

– Un autobús ha chocado con un camión cisterna, hay al menos una docena de heridos, la chica que hemos traído no ha corrido con suerte, tiene muerte cerebral y entró en paro cardiaco hace cinco minutos, - “espere”- tomó su radio, se alejó y vi cómo su mirada se llenaba de nostalgia, regresó a mi y me dijo:

– “Ha muerto. Es una lástima, era muy bella”.

No me atreví ni a ver el cadáver, ni siquiera fui al funeral, me mantuve hundido en whiskey por una semana, ésta fue la primera de varias historias que tuvieron un final parecido, yo mismo jodiendo todo a mi alrededor y continuando solo en esta vida. Un día llegó al hospital un sobre, su interior contenía una tarjeta en la pude leer


Chas Kramer

Abbey Road 28, London

Telephone 342 3356



Como un recuerdo amargo su nombre apareció en mi memoria, era el mejor amigo de Steve Evans, también era una especie de hechicero, pensé <<El bastardo de Steve debe saber que ando en aprietos y seguramente me ha mandado esta tarjeta para resolver mi peculiar problema>>.

Una semana después aquí me hallo sentado en el reactor de British Airways con destino a Londres, es verano pero ¡vamos!, ya sabemos cómo es el maldito “verano británico” regresaré a mi antiguo vicio de fumar, lo primero que haré al bajar de este avión será comprar unos Silk Cuts.

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