martes, 4 de agosto de 2009

Sangre Maldita / 2. La noche de un día difícil


Daniela sólo se había limitado a decirles a sus padres:

- Fernando me enamoró con su forma de ser, si ustedes no pueden captarlo entones no hablaré nada con ustedes.

Subió a su habitación y de un portazo puso punto final a la conversación. Su mente no podía procesar el hecho de que sus padres se hubieran enterado, mucho menos sabía cómo lo habían hecho si nadie sabía su secreto o al menos eso pensaba.

Se recostó en su cama y puso una almohada sobre su cabeza, el perfume con el que estaba impregnada hizo que su mente rápidamente se transportara a aquel día en que conoció a Fernando. Cómo olvidar cuando su madre le dijo que su Tío Adrián volvía de Panamá donde había estado los 16 últimos años y traía consigo una familia ya formada, la cena de bienvenida sería en su casa. Uno a uno fueron llegando los invitados, el Tío Adrián llegó al final con su familia, ahí fue cuando conoció Fernando, su hijo, y a su esposa Carmen. Para ella Fernando era el chico más guapo que hubiera conocido, sus ojos eran café claro, de tez trigueña, cabello castaño y largo en una forma sensual, musculoso pero no se le marcaban de una forma grotesca sino en una forma sutil, algo parecido al David de Miguel Ángel, alto y con un porte simpático, propio de los habitantes de países tropicales.

Por algún azar del destino ese día Fernando se sentó a la mesa junto a ella y comenzaron a platicar de cómo era la vida en Panamá, después de terminar el postre ambos salieron al jardín, Fernando le preguntó:

-¿Quieres aprender a fumar?

Ella atontada aun por su belleza y su sonrisa le respondió:

- Claro ¿Por qué no?

Al principio ella no pudo sostener ni una bocanada de humo así que él le pidió que echara sus brazos hacia atrás, ella con un poco de desconfianza le preguntó:

- ¿Qué vas hacer?

Él con una sonrisa pícara le dijo:

- No te preocupes todo estará bien.

Tomó el cigarro le dio una larga bocanada, le dijo a ella:

- Abre tu boca.

Ella la abrió y él exhaló en su boca el humo, lo hizo en repetidas ocasiones hasta que ella animada por lo mágico del momento lo besó y éste le correspondió. Cuando el beso terminó, él le dijo sonriendo:

- Solían decir fumar era mi único vicio, pero ahora creo que eso no es verdad.

Ella se sonrojó pero el momento le dio el suficiente valor para preguntarle:

- ¿Crees en el amor a primera vista?

Él lo pensó unos segundos, también sonrió y le respondió:

- Si, creo que sucede todo el tiempo.

Ahora esos recuerdos se sentían tan distantes y las dudas la asaltaban, en lo más profundo de su alma se preguntaba si realmente lo amaba, si lo que estaba haciendo estaba bien, así sumándose una a una las dudas hicieron que sus párpados le parecieran dos cortinas pesadas y comenzaron a ceder cerrándose hasta quedar en un sueño profundo.

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