lunes, 10 de agosto de 2009

Sangre Maldita / 5. Boleto para viajar


El sol aún no salía, en el anden 3 de la estación de trenes se encontraban Daniela y Fernando; la mañana era gélida y había lloviznado un poco, parecía que incluso el clima sentía la pena que experimentaban ambos.

Daniela había pasado la noche en casa de una de sus amigas, sabía que si regresaba a casa no podría despedir a Fernando.

Ninguno de los dos había dicho una palabra en lo que iba de aquella mañana, lo único que rompía con el silencio era la voz chillona que anunciaba las salidas y llegadas, ambos llevaban sus manos metidas en las calidos bolsillos de sus abrigos pues el frío se las hubiera entumecido rápidamente, Fernando rompió el silencio diciendo:

- Voy a decirte algo, creo que lo entenderás, cuando te lo diga quiero tomar tu mano.

Así fue ambos se tomaron de la mano, ahí solos en el andén 3 mirándose a los ojos Fernando le dijo:

- Cierra los ojos y te besaré, mañana te echaré de menos, recuerda que siempre te seré fiel.

Daniela sonrío y respondió:

- Sí, ya lo creo.

Fernando prosiguió:

- Y cuando esté lejos te escribiré cada día, te enviaré todo mi amor, imaginaré que estoy besando los labios que añoro, esperando que mis sueños se hagan realidad.

A Daniela se le habían brotado las lágrimas, aún así pudo decirle entre sollozos:

- Nadie me amó nunca como tú, no me abandones.

Hizo una pausa para tragar saliva y continúo:

-Estoy enamorada por primera vez, no sabes cuánto durará, es un amor eterno, es un amor sin pasado, te repito una vez más, no me abandones.

El tren llegó al andén 3, Fernando sabía que debía abordarlo antes de bacilar y arrepentirse, así que abrazo a Daniela le dio un beso en la cabeza y antes de pisar el primer escalón del tren le dio una carta.

Daniela esperó a que el tren se alejara por el túnel, se sentó en una banca, abrió el sobre y leyó la carta que decía:

Daniela:

Lo que escribiré te causará una gran pena, porque sé que yo soy tu fortuna y que al irme tendrás que llorar, aún no sé cómo voy a olvidarte, sólo sé que así tiene que ser y aunque digas que soy un cobarde ya la vida te hará comprender. Es igual para los dos el castigo, sentiremos el mismo dolor, llevaré tu recuerdo conmigo, dejaré como adiós esta carta.

Si al pensar en lo vivido me quisieras salir a buscar, toma en cuenta que no dejo huella, que soy un perdido que no has de encontrar, siente alivio sabiendo que sufro, siente dicha pensando que yo en cualquier rincón del mundo estaré recordando tu amor.

Yo se bien vida mía lo que digo, nuestras vidas jamás se han de unir porque soy y seré para siempre tu primo y por nuestras venas corre la misma maldita sangre.

Fernando.

Daniela guardó la carta en su abrigo y se dirigió a la salida, se sentía tan pesada, para ella las cosas no habían terminado, aún tenía que enfrentar a sus padres los cuales sentirían alivio al saber que Fernando se había ido.


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